Un lugar muy especial…


En plena cuidad, rodeada de miles de casas, de pequeños conjuntos residenciales, de centro comerciales, colegios, diminutos negocios de víveres, entre cientos de autos y transporte colectivo, se encuentra un lugar verde como la más extensa pradera, donde el trinar de las aves son el despertador, y la algarabía de los pericos anuncia la puesta del sol; una pequeña tortuga aparece algunos días en busca de un tomate fresco, y los ladridos de una perra negra son el timbre ante cualquier visitantes.

En los días de cielo despejado se puede ver a lo lejos nuestro Pico Bolívar por la Cordilleras Andinas y los mangos de sus árboles deleitan paladares de hogareños y vecinos, unos escasos pero exquisitos aguacates aparecen en temporada y se acompañan con las arepas de crujientes cascaras y suave masa en el centro.

En su extensa grama se han quedado huellas de cuatro generaciones; y en el silencio de la media noche se pueden oír las risas de los invitados y cumpleañeros que aquí han celebrado sus cumpleaños, piñatas, gritos de alegrías, inflables, refresco, ron y pasa palos se han disfrutado, sin olvidar los momentos sagrados de oración y regocijó junto a la Rosa Mística y los baños de luna que en este lugar nos hemos dado.

Conversaciones, risas y llantos, reflexiones, decepciones y sueños logrados, han transitado en este sitio. Embarazos de madre e hija, primeros pasas de algunos y adiós de otros, entre helechos que tienen más años que el lugar y decir que son 40 y mas; las grandes palmeras se despidieron, pero mucha agua de coco de ellas cayeron y hamacas se columpiaron bajo sus ramas y brisa decembrina.

Con una extensión de seto se adorno por muchos años, como los muros de un castillo en verde manzano reflejaban el San Nicolás en trineo que en Navidad disfrutamos, sin olvidar los pesebres que en todos estos años han visto a Jesús nacer envuelto en regalos. 

Jarrones de barro, mangueras de agua y sapos habitan el patio con flores de campos, bodas y bautizos, comidas y cenas, desayunos con serenatas y amores tras las rejas, con carne en vara y reencuentros que se añejan.

Tíos y primos, abuelos y amigos, aquí han habitado; padre y madre, hermana y sobrinos, son el calor humano; y mientras el sol se pone y sale la luna creciente con mis pies descalzos sobre la grama y con el corazón en mis manos le digo a Dios gritando GRACIAS POR EL HOGAR QUE ME HAS DADO…

Amandolos Siempre Anyhec 

Barinas,Marzo 2011



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